El concepto “el nuevo mundo del trabajo” y sus implicancias y alcances es lo que motiva al editor jefe de HBR, Adi Ignatius, a sentarse a conversar con la profesora de la Escuela de Negocios de Harvard, Linda Hill.
La conversación se abre de una manera inesperada. El tema, hemos dicho, es el mundo del trabajo en la era de los súper avances tecnológicos y, en consecuencia, el qué es ser digital en 2022, año en que daríamos por descontado que lo análogo forma parte de un pasado casi prehistórico. Pero entonces, la experta profiere algunas frases que inevitablemente marcarán la conversación; dice que “llevar a una organización a su futuro digital se trata menos de tecnología y herramientas y más de las personas y la cultura”.
Hill agrega que para explicar lo que acaba de decir, para ponerlo en contexto, lo digital ciertamente “son herramientas que las organizaciones necesitan para ser competitivas”. Y que una organización madura digitalmente “es una organización que puede utilizar esas herramientas para ser ágil, innovadora y para satisfacer al cliente con una experiencia integral única”.
El matiz, no obstante, desde su perspectiva, es que no sólo se trata realmente de tener las herramientas, sino “la cultura y las capacidades en la organización para utilizar esas herramientas y marcar la diferencia para un cliente o stakeholder”.
Y esas capacidades a las que hace alusión son cinco, afirma Hill, quien responde en base a la experiencia de haber analizado a empresas y organizaciones a través de encuestas y un trabajo con ejecutivos en distintos lugares del mundo.
Así, las habilidades de la era digital serían: la adaptabilidad, la curiosidad, la creatividad, la comodidad con la ambigüedad y, finalmente, la alfabetización digital.
¿Atributos blandos versus habilidades duras?
Tras la respuesta de Hill, al editor de HBR le queda dando vueltas que los atributos, en un liderazgo digital, serían acaso más importantes que -paradojalmente- lo propiamente digital y duro. Entonces, intenciona su pregunta en ese sentido.
Al respecto, Hill responde:
“El liderazgo es algo que se aprende más que algo con lo que se nace. Aunque la mayoría de la gente no cree eso, esa es la verdad. Y realmente se trata de una forma de pensar y comportarse. Y la razón por la que la curiosidad y la capacidad de adaptación son tan importantes es que, si realmente se quiere trabajar a largo plazo y que la organización tenga éxito a largo plazo, un líder debe estar preparado para sentir curiosidad y poder aprender lo que necesita aprender en ese momento para seguir adelante”.
Aquello implica, entre otras cosas, comprender que se hace indispensable trabajar con personas que entiendan sobre el tema digital y no necesariamente adquirir aquellas herramientas duras o competencias.
Y hoy, ¿son digitales las empresas?
Linda Hill no duda en responder y afirma que no. Que “la mayoría de las empresas no lo son. Y, lo que es bastante interesante, lo exploramos en todo el mundo para tratar de entenderlo”.
Dice que, en total, ha analizado el comportamiento de ejecutivos en 97 países. Y que de aquello ha llegado a la conclusión de que, en América del Norte, particularmente en Estados Unidos, están un poco más avanzados en la materia, pero que en general las empresas no han llegado a lo que propiamente tal sería “ser una empresa digital”.
Y agrega algo interesante a su reflexión: “Lo que vemos es que no es un viaje que vaya a terminar. Esto no es llegar y listo”, sino un camino de adaptación y de agilidad, en donde es necesario dar con la cultura organizacional acorde con los desafíos.
Para cerrar, sostiene que “uno de los usos más importantes de las herramientas digitales es, de hecho, usarlas para ayudar a la gente a medir el progreso”, y demostrar esas mejoras es siempre complejo, pero son, en efecto, las herramientas digitales y los datos correctos los mejores insumos para resolver esas complejidades.